HENRIQUE Y SIMÓN

El Sol, a pesar del invierno, calentaba a través del cristal el interior de la oficina. Los muebles habían ido envejeciendo al mismo tiempo que el alto cargo que la ocupaba: un hombre que acariciaba la rancia entrada en la vejez. Tras el escritorio que presidía la estancia había una recia estantería de madera que albergaba una poblada y variada biblioteca. La mayoría de los libros estaban editados en su lengua. Muchos traducidos del inglés, dada la escasez de autores autóctonos y en un estante guardaba como reliquia varios ejemplares en castellano. Un recuerdo nostálgico de sus años de estudiante en la universidad de Salamanca. Pero la mayoría de aquella colección de libros pertenecía al género religioso que era la base de su educación y formación.
Aquella mañana Henrique tenía que solucionar un problema que repercutía a la seguridad nacional. A punto de jubilarse odiaba tener que enfrentarse ante importantes responsabilidades. Soñaba con retirarse a su casa de campo y apoderarse del tiempo libre para escribir sus memorias. Aunque el inminente suceso que se aproximaba y del cual conocía su futuro desenlace no le dejaba dormir tranquilo desde hacía unos días.
Se sentó en el escritorio y sacó una botella de coñac. Sirvió una copa y encendió un cigarrillo. Decidió llamar a Simón.
--Buenos días, ¿Quién es?—contestó Simón que estaba amodorrado en su despacho viendo un episodio de un culebrón de producción nacional.
--Hola, Simón. Soy yo, Henrique. Seré breve.
--Dime, Henrique—dijo Simón mientras bajaba el volumen del televisor.
--El ataque será el día veinticinco. Navidad.
Simón hincó los codos en la mesa y con una mano aguantaba el teléfono. La otra se la pasó por la cabeza de adelante hacia atrás. Su mirada se fijo en la pulida tabla de la mesa. Esperó inmóvil a digerir la información. En unos segundos contestó.
--Pero… ¿lo habéis pensado bien?
--Es la mejor fecha, Simón. Toda Europa estará pendiente de celebrar sus fiestas y cuando tengan noticias de los ataques la opinión pública será mínima.
--Bien pensado, bien pensado. ¿Y qué pasa con los Estados Unidos?
--Todavía están pendientes de tener un gobierno definido y qué crees que va a decir Bush.
--Bueno, veo que lo tienes todo contralado. Siendo así te doy vía libre. Por cierto, ¿viajaras a España para celebrar el fin de año cristiano?
--No, Simón. Prefiero estar al cargo de la operación hasta el final.
--¿Hasta el exterminio?
--Si es preciso, hasta el exterminio.

j.l.e.

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