OBSESIÓN

A medianoche llegó a casa y se acostó. Estaba cansado. A los cinco minutos sonó el timbre de la puerta. Se puso la bata y abrió. El vecino, buenas noches, ¿ya está usted durmiendo? Asintió y preguntó que quería. Nada, desearle buenas noches. Portazo. De nuevo en la cama. Los párpados pesan. Colocó el libro en la mesita y puso el despertador. Apagó la lamparilla y se durmió. El vecino apoyó las manos y la cara en la puerta cerrada. Acariciándola se fue deslizando hacia el suelo hasta quedarse sentado con la espalda apoyada en ella. Dejó caer la cabeza entre las rodillas y extendió los brazos hacia delante. Estaba desesperado. Lo amaba.
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